Nos encanta la mentira
La mentira le encanta al niño que no
quiere escuchar su realidad, es el antidepresivo del soñador, la
droga del político, la carnada del Casanova, el escape del
fracasado, la esperanza del creyente, la amnesia del pueblo, la risa
del poderoso.
De la mentira se vive. La verdad nos
tortura. Y no porque seamos indignos y cobardes. La verdad nos mata
porque es insoportable. Es un veneno que nos quita el velo, trago a
trago. Nos deja a afuera, nos confronta, nos obliga a destruir una
parte nuestra...
¿Quieres triunfar en la ciudad de la
sonrisa, en el averno de lo superficial y de las mentes codiciosas?
¡Miente!, a todos, a cada gente que diga “hola", a esos
espejos de la calle que dictan verdad.
¿Vas a caminar en el fango, en el
pesimismo, en la hiriente honestidad y en la claridad de la furia?
¡Finge!
Si quieres ser amado, deberás mentir.
Ser alguien más, ser alguien
impropio, lisonjero, repetidor de frases similares como: “eres
diferente a las demás", “eres única", “eres hermosa".
¡Carajo!, a veces me cuestiono si no se aburren las mujeres de
escuchar lo mismo... Bueno, lo que importa es el mensajero y no el
mensaje en estos casos. Sin embargo, todos tienen el mismo fin;
conseguir y permanecer con esa persona que se quiere.
La verdad no es para cualquiera. Es
para idealistas, para personas que aún creen en su prójimo. Es para
aquellos que no temen herir a nadie, es para valientes que no tienen
misericordia con los idiotas.
La verdad, es tan linda y cruel en un
mismo tiempo. En este apogeo que vivimos donde las falsedades nos
venden estilos de vida, productos, servicios, creencias, moldean
mentes y destinos, quien porta la palabra sin mácula, se convierte
en un desterrado, en un apátrida, en un ser libre y por tanto,
solitario. La verdad sólo puede ser usada a solas, o con otros
desterrados...
Pero nos encanta mentir. Nos encanta
tanto que ya lo hacemos sin darnos cuenta.
Jonathan Haller
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